“Yo no soy vieja!”, nos decía mi abuela regalona en su cumpleaños nº 97. “Mientras pueda hacer mis cosas sola, no soy vieja”, explicaba. Una educación formal incompleta y recursos económicos limitados no fueron obstáculo para que ella, con valentía y una desmedida alegría de vivir, batallara por su independencia hasta el final de sus días.
Mi profunda admiración por la decisión de mi Yeya de vivir la vida lo más plenamente posible es la inspiración que todos los días nos mueve en Liv Up. Soñamos con que nuestros mayores tengan la mejor vejez posible en una etapa de la vida que esperamos sea de celebración del camino recorrido, con éxitos y muchos aprendizajes.
Las conversaciones con mi abuela me permitieron sintonizar con la vejez, entender sus desafíos y también los sueños asociados. Pero fue necesario profundizar con muchos otros mayores, generosos con su tiempo y sabiduría, para entender sus expectativas sobre como “experienciar” bienestar y mayor felicidad en las llamadas tercera y cuarta edad.
En Liv Up hacemos nuestro el deseo de la gran mayoría de las personas mayores: seguir viviendo en su propias casas, rodeados de su familia y los vecinos de siempre. Al mismo tiempo, reconocemos y apoyamos su expectativa de decidir por sí mismos el mayor tiempo posible. Por eso, nos visualizamos como una cuña o una palanca que les apoya, en su entorno conocido, en las pequeñas dificultades que a veces enfrentan y pueden llegar a convertirse en obstáculos para su anhelada independencia.
Pero la inspiración de mi Yeya va más allá de apalancar los aspectos prácticos de la cotidianeidad de nuestros mayores. Liv Up –y de ahí también la marca, que sin ser una traducción literal desde el inglés, busca transmitir un espíritu de “tira pa’ arriba”- busca sobre todo revitalizar, inyectando energía desde el perfil del equipo que acompaña y cuida hasta las actividades de estimulación física y cognitiva que proponemos diariamente. Queremos “empujarlos suavemente” a que crean que la vejez sí es una etapa valiosa, que tiene un sentido profundo dentro de nuestro ciclo vital, y que juntos podemos movilizar a nuestra sociedad para que el proceso de envejecer adquiera un significado más positivo y entonces los mayores puedan encontrar su lugar en un espacio social que hoy los arrincona e invisibiliza.
Y precisamente porque valoro la sabiduría adquirida con los años, los colaboradores de Liv Up son todos mayores de 55 años. Hombres y mujeres activos, llenos de vida, que buscan un trabajo con sentido, que les permita compatibilizar su aporte a nuestra comunidad con un ritmo acorde a la nueva etapa de la vida en que se encuentran. Me siento privilegiada de contar con tanta experiencia, con un bagaje tan variado de logros y aprendizajes que enriquecen mi vida, la gestión de Liv Up, y la vida de nuestros clientes.
Aunque mi Yeya ya partió, sus aires de independencia y su ruidosa risa siguen conmigo para animar a otros como ella, y para creer que Liv Up puede ser un grano de arena en la promoción de la autonomía y alegría de vivir de las personas mayores.