Después de una buena conversación con mi papá invitándolo a que iniciara controles periódicos con un médico geriatra, pensé que sería interesante compartir más ampliamente mis reflexiones sobre los beneficios de la mirada integral de este especialista de la salud de las personas mayores.
Como casi todo en la vida, junto con los beneficios de la especialización en el área de la salud también surgieron algunas desventajas. Una de ellas es que después de que crecemos bajo la mirada general de un pediatra, siendo adultos nos paseamos entre diferentes expertos que nos observan “por partes”, perdiendo así la noción de que nuestro organismo –mente y cuerpo- funciona como un todo en interacción dinámica. Cuando llegan los cambios a nuestro cuerpo producto del envejecimiento, la mirada integral adquiere particular relevancia porque las nuevas dolencias o enfermedades pueden ser resultado de una combinación de múltiples causas que necesariamente deben analizarse en su conjunto y no de manera aislada.
Un geriatra observa no sólo el estado físico de la persona mayor sino también los ámbitos psíquico (cognitivo, afectivo, conductual) y social. Esta mirada global le permite entender la capacidad funcional de la persona, es decir, la capacidad de autonomía que tiene para realizar las actividades cotidianas desde alimentarse hasta trabajar y comunicarse con otros. Según la enfermedad o síndrome geriátrico (demencia, caídas, incontinencia, malnutrición, entre otros) del que se trate, se puede requerir la participación de un equipo interdisciplinario (médico, enfermera, trabajadora social, psicólogo, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta) para alcanzar los objetivos trazados en relación al diagnóstico integral y monitorear la evolución.
Tan o más importante que ayudar en la recuperación de la salud, es la tarea crucial del geriatra en la prevención de la dependencia para alcanzar un envejecimiento activo, que otorgue una buena calidad de vida. Las diferentes medidas de prevención van desde disminuir la presencia de enfermedades por medio de controles periódicos, pasando por compensar posibles secuelas de dolencias, hasta medidas que evitan daños por el uso de medios terapéuticos, como por ejemplo, la polifarmacia (una importante problemática entre nuestros adultos mayores). El geriatra es un gran promotor de hábitos de vida saludables, especialmente de programas de ejercicio físico -para mantener el mayor tiempo posible una adecuada marcha, equilibrio y fuerza muscular-, una dieta variada que mantenga las necesidades energéticas, y de actividades que estimulen las facultades mentales y creativas. Todo lo anterior busca asegurar la máxima autonomía posible y preparar a la persona de la mejor manera para una buena adaptación en caso de deterioro de ciertas capacidades.
Chile es parte de los 29 países en el mundo cuya expectativa de vida supera los 80 años (hombres, 79 y mujeres, 83 años). Es un desafío importante asegurar que nuestros mayores no sólo vivan más, sino también vivan mejor!
Tal como lo hice con mi papá, les invito a que animen a sus padres y abuelos a buscar la mirada integral de un geriatra sobre su salud.